viernes, 19 de diciembre de 2014

No es suficiente crecer hacia lo desconocido

                                                                       A Hugo Caamaño, poeta (1923)


Mi nombre es Hugo y considero. Vengo de un siglo en donde lo posible hizo de 
mí una promesa. Camino una ciudad incomprendida. No nací en ella 
pero tampoco vivo de ella.
El paisaje de un hombre se remonta en la memoria y se corporiza en algunas 
palabras que las ocasiones arrojan como migas. Rastros que sirven para un 
regreso que no animo.

Si digo que soy poeta, también podría no decirlo pero las afirmaciones 
funcionan, aquí, como una duda que parte desde todos lados. Esto es una 
verdad que sirve para contemplar algunas acciones omitidas.

El recuerdo es selectivo por no decir que cualquier hombre es un milagro 
teniendo en cuenta de dónde es, qué caminos sopesaron su cuerpo 
y dónde finalmente está parado.

Arrastro una mirada  meditativa en una época cuya rasgo principal es la velocidad. En un tiempo creí en el progreso. Ahora me inquieta el futuro encarnado.

Fui maestro cuando las oportunidades dependían de uno. El monte, no la llanura, me hizo argentino. Fui maestro y la única lección que puedo 
dejar es una cara apedreada por el sentido y una comprensión de lo posible 
que no se complica con el abandono.

A veces me disculpo, mayormente amanezco. De otro modo no se puede explicar una vida.